Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1879-1880 (Cortes de 1879 a 1881)
Sesión: 31 de mayo de 1880
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 177, 4188
Tema: Variación de este acuerdo

El Sr. SAGASTA: Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. SAGASTA: El Sr. Ministro de la Gobernación partía de un error en todo lo que ha manifestado al Congreso.

No tiene el mismo derecho la mayoría que la minoría en esta cuestión de que se trata, porque sólo por condescendencia de la minoría se alteró el Reglamento en este punto, en bien del Gobierno y para abreviar la discusión de los presupuestos; pero con un sólo individuo de la minoría que se hubiera opuesto, no hubiera podido el Sr. Presidente proponer a la Cámara que prescindiéramos del Reglamento por un período más o menos largo. Por consiguiente, las minorías acordaron con el Sr. Presidente de la Cámara, que sabe bien su deber y no hubiera consultado a las minorías de no necesitarlo, y hubiera en otro caso propuesto al Congreso lo que hubiera creído conveniente; y éstas accedieron a la propuesta del Sr. Presidente, a condición de que cuando hubiera un asunto grave en opinión de las minorías, ese acuerdo no rigiera. Vea S. S. por qué, vea cómo? (El Sr. Ministro de la Gobernación hace signos negativos mostrando un documento.) Pero, Sr. Ministro de la Gobernación, ¿había necesidad de que esa inteligencia de confianza entre un Presidente y las minorías constara en el acuerdo que la Cámara adoptó? ¿Es que S. S. no cree que se adoptó ese acuerdo entre las minorías y el Sr. Presidente? Pues el Sr. Presidente lo ha dicho ya: pero bastaba que lo dijera yo, para que S. S. lo creyera. Yo creo que el Sr. Ministro de la Gobernación está estos días tan preocupado, que hasta el Sr. Presidente del Congreso le parece sospechoso.

Digo, pues, que todo estos se acordó por inteligencia con las minorías, y que éstas pusieron como condición para que el Reglamento quedara inobservado algún tiempo (que de otra manera no se hubiera podido alterar más que por los trámites que el mismo Reglamento establece), pusieron como condición para que esto tuviera lugar, en bien de todos, que cuando hubiera un asunto que en opinión de las minorías mereciera que el debate no se interrumpiera, así se hiciera; y hoy las minorías creemos por unanimidad, porque el único que falta es el Sr. Castelar, y yo me atrevo a decir en su nombre su opinión, que esta cuestión es bastante importante para que no se interrumpa su discusión: luego la buena fe determina en la mayoría y en el Gobierno la resolución de que esta cuestión continúe. De otra manera servirá de lección a las minorías para que no vuelvan a ceder absolutamente en nada a sus derechos.

Su señoría no me ha entendido bien cuando ha querido decir que el decreto para su aplicación necesitaba la votación de esta Cámara. No: ya sé que un decreto no necesita la votación del Congreso para su aplicación, porque los decretos no se sancionan aquí; pero no me negará S. S. que no tendrá toda la fuerza y toda la autoridad que debe tener, mientras estén en discusión en las Cámaras las facultades del Gobierno para dictarlo.

Por lo demás, las dos votaciones que ha tenido en el Senado, valiera más que no las hubiera tenido: sin ellas tendría el decreto toda la fuerza que debiera tener. No debía S. S. haber sacado a plaza esas votaciones, porque si en vez de tratarse de un decreto se hubiera tratado de una ley, no hubiera llegado a serlo por falta de número.

Su señoría puede continuar diciendo lo que tenga por conveniente acerca del acto que se llevó a cabo hace pocos días, y del cual ha resultado, no una coalición, sino un partido: califíquelo S. S. como quiera; pero de todas maneras, la calificación me parece, y perdóneme la palabra porque no encuentro otra más expresiva y exacta, tan absurda y fuera de lugar, que no es extraño que la minoría tenga calma para entrar en ese debate. No sucede lo mismo con esta otra cuestión, que es importante bajo otros puntos de vista, y la minoría puede no tener la calma necesaria para esperar, como la tiene cuando se trata por conveniente, que dejando a un lado por hoy esa calificación, yo me propongo demostrar algún día que lo único que hay anticonstitucional y antiparlamentario es el Gobierno y su conducta.

Por lo demás, no veo yo nada en contra de la Constitución, ni en contra del Parlamento, por la formación de un gran partido que según SS. SS. han estado proclamando constantemente, era una necesidad para el Trono y para la Patria, y era además un deseo vivísimo de S. S. Pero en fin, si el acto es anticonstitucional y antiparlamentario, claro es que un partido que se firma de un modo antiparlamentario y anticonstitucional debe ser, según la teoría de ese Gobierno que establece la división de los partidos en legales e ilegales, un partido ilegal. Somos, pues, un partido ilegal, según vosotros: pues a pesar de esa pretendida ilegalidad, continuaremos aquí muy tranquilamente hasta que demostremos que aquí no hay más ilegalidades que las que el Gobierno comete todos los días, que no son pocas para desgracia del país. [4188]



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